Una fractura de rótula supone en términos «no médicos» tener la rótula rota. La rótula es uno de los tres huesos que forman la articulación de la rodilla. Este hueso de tamaño reducido, está recubierto con cartílago en la superficie que contacta con el fémur (su desgaste favorece la conocida como condromalacia rotuliana), y está implicado en el proceso de extensión de la pierna.
Las fracturas de rótula suelen darse a raíz de traumatismos, contracciones bruscas del cuádriceps o tras caerse de rodillas. La rótula rota puede causar un dolor intenso de rodilla y dificultad para caminar.
Algunos de los síntomas más comunes de esta lesión incluyen:
A tu llegada a urgencias del hospital – y antes de realizar cualquier prueba de imagen de la rodilla – se te realizará una entrevista dirigida para conocer los detalles que han propiciado tu visita al médico.
La entrevista con el traumatólogo se acompañará de un examen físico meticuloso que permita determinar la necesidad (o no) de solicitar más estudios.
En el caso de precisarse, suelen ser suficientes unas radiografías convencionales de rodilla para diagnosticar una fractura de rótula. Una radiografía de rodilla con dos proyecciones (frente y perfil), nos ayudará a determinar el tipo de fractura y el desplazamiento de los fragmentos.
Existen diversas alternativas para tratar una rótula rota. En función de las características de la fractura se optará por un tratamiento ortopédico (sin cirugía) o por un tratamiento quirúrgico (mediante cerclaje o placa fundamentalmente)
Para disminuir la hinchazón de la rodilla, es posible que sea necesario drenar la sangre de la articulación para aliviar el dolor. Posteriormente, si tu médico concluye que tú fractura de rótula no necesita cirugía para curarse, es posible que te inmovilice la pierna con un yeso largo o con una rodillera.
En pacientes con fracturas desplazadas o que no pueden extender la pierna de forma voluntaria, puede estar indicada la cirugía.
Ya en quirófano, se realiza una incisión sobre la rótula, se afrontan y alinean los extremos de hueso roto, y se fijan entre sí con agujas, tornillos, alambres (cerclajes) o placas. En casos seleccionados, se puede quitar exclusivamente la porción de rótula rota.
Es el tratamiento ideal para fracturas «limpias» o transversas de rótula. La fijación de los fragmentos rotos se realiza mediante un cerclaje de alambre a tensión sobre la rótula, favoreciendo su curación en la posición adecuada.
Una alternativa al cerclaje de rótula con alambre, es la estabilización de los fragmentos con tornillos. Opción que se puede emplear en pacientes con buena calidad del hueso y con fracturas de rótula de trazo simple.
En la actualidad, existen también diseños de implantes que permiten la fijación de la rótula mediante placas de perfil bajo (de mínimo grosor).
Cuando la calidad del hueso no es óptima, o los fragmentos no pueden ser fijados mediante tornillos, cerclaje o agujas, se puede optar por la eliminación de los fragmentos rotos. A este procedimiento se le denomina patelectomía parcial o total de rótula.
Bibliografía:
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